jueves, 10 de mayo de 2012

El inmigrante




Hace muchos años que había desistido volver a su Patria, a sus orígenes.


Desde que recibió la triste noticia, del fallecimiento de su mujer y su pequeño hijito, en un desgraciado incendio que se ocasionó en los establos de su hogar, en la pequeña aldea donde habitaban, a Segismundo no le quedaba nada ni nadie por quien regresar.


Había partido lejos, muy lejos, cruzando el océano en busca de trabajo como tantos otros, y poder mejorar sus precarias existencias. Quería establecerse y reunir el dinero suficiente, para que su familia se reuniera con el .


Pasados unos pocos años, llenos de soledad, de vicisitudes y mucho trabajar, casi lo había conseguido, le faltaba muy poco para reunir el dinero suficiente y pagar los pasajes, cuando recibió la tremenda noticia.


Para que volver ? - se dijo entonces - si ya no me queda nada ?


Pero siguió enviando dinero a un amigo de la aldea, para que no dejara caer en ruinas, su humilde casa.


Ahora anciano, cansado, con el rostro curtido y lleno de profundas arrugas, sentía una amarga añoranza y había decidido volver.


Preparó su equipaje con lo más imprescindible y sin mirar atrás, se embarcó de vuelta a su Patria, a su hogar.


El viaje fue muy largo, o se lo pareció a el. No recordaba que lo fuera tanto, cuando se embarcó la primera vez. Pero por fin llegó el momento de pisar tierra firme, su tierra y con lágrimas en los ojos y lentamente....pisó primero con un pie...luego le siguió el otro.


Tardó otro día más en llegar a su aldea. En lugar de dirigirse a su casa, sin saber el como ni el por que, sus pasos le guiaron hasta el pequeño y viejo cementerio.


No había cambiado demasiado con el paso de los años. Sí había tumbas más modernas, pero recordaba perfecta mente, donde se hallaba la de sus padres y en la cual yacían también, su esposa y su hijo.


Hacia allí se encaminó. Deposito su vieja maleta con cuidado en el suelo y se arrodilló.


Queridos, amados mios, ya estoy aquí - dijo -


Al día siguiente en su recorrido cotidiano, acurrucado junto a la tumba, inerte, sin vida, el enterrador le encontró. Nunca este olvidará, la expresión de felicidad y paz, que denotaba el viejo rostro curtido y lleno de profundas arrugas, de aquel quien por entonces para el, era tan solo un completo desconocido, simplemente.... un forastero.

E.M.D. ( chagall )

domingo, 5 de febrero de 2012

Ese amor que no se olvida.....el primer amor



Sentada bajo la sombra de un frondoso olivo, Águeda sostenía entre sus dedos una diminuta margarita.


Tenía la mirada fija sobre las cumbres de la Sierra de Gata, en su corazón, en su alma....un rostro, un nombre.... '' Lorenzo ''. En su mente las preguntas .... Me quiso ?.... No me quiso.... ?, mientras deshojaba la margarita lentamente.


Resbalaban lágrimas por sus mejillas, a la vez que de sus labios brotaba una tenue sonrisa, al recordar el tiempo pasado junto a él. Sus primeros cruces de miradas tímidas, ruborizadas, en la clase, en el recreo, esos encuentros sin querer.... queriendo.... en los pasillos, ese pequeño roce al cruzarse por ellos.... ese primer beso.... esas promesas de amor eterno, esos sueños de un futuro en común....


Águeda y Lorenzo no habían crecido juntos. Vivían al pié de la Sierra de Gata. Él en Cilleros, ella en Hoyos.


Hacía algunos años, un autobús escolar recogía a Lorenzo para transportarlo al Instituto de Hoyos. 


Desde ese primer momento, en cada encuentro, sentían miles de mariposas revoloteando en su estómago. Los corazones latían con fuerza, como queriendo escapar de sus pechos. Estaban inquietos, eran muy felices. 


Nunca habían sentido nada parecido; no sabían lo que realmente les pasaba, pero era emocionante, grato, aunque también les ponía nerviosos.


Ambos tenían catorce años, Lorenzo tan solo era tres meses mayor que ella. Muy tímidos e inocentes los dos, pronto estrecharon lazos que ellos llamaron al principio, amistad y un poco más.... 


Salían juntos tras terminar las clases, cogidos de la mano paseaban junto al río y entre piedra y piedra arrojada a el, algún inocente beso furtivo entraba en escena, seguido por una tierna sonrisa.


En uno de sus cortos paseos, llegaron hasta un solitario olivo. Era un lugar precioso. Era su rincón. Ya no eran amigos y un poco más, habían pasado tres meses y ahora eran novios. 


Grabaron sus nombres en la corteza del viejo olivo, dentro de un corazón que Lorenzo talló con su navajilla. En ese rincón se prometieron amor eterno, soñaron con una vida juntos para siempre, En ese lugar sus besos, sus inocentes caricias....su secreto....quedaba protegido bajo la atenta y robusta guardia del olivo....


Pero al cabo de tres años.... la vida les separó.


Ambos procedían de familia humilde y trabajadora, a parte de sus pequeños huertos y algún que otro animal de corral, para abastecerse de lo más primordial, la madre de Lorenzo trabajaba en el verdeo de la aceituna y el padre lo hacía en el proceso de la elaboración del aceite virgen. El padre de Águeda, en la elaboración del jamón y su madre, artesana del ganchillo, confeccionaba labores que eran vendidas en la ciudad. 


Un día, un rayo cayó en el hogar de Lorenzo, provocando un tremendo incendio que arrasó con todo. No teniendo nada con que poder remontar y afrontar esa pérdida tan grande, tuvieron que partir a casa de un familiar, trasladando se a otra comunidad, a muchos kilómetros de allí.


La despedida fue muy triste, entre llantos, besos, el reafirmar sus promesas, se dieron el último abrazo....largo....fuerte, intenso.... y sobre todo extremada mente doloroso....


Finalmente Lorenzo cabizbajo, con lágrimas en los ojos, le dio la espalda dejándola allí, sola, contemplando entre sollozos como se alejaba.... 


Lorenzo partió hace ahora casi 25 años. Durante los dos primeros, Águeda cada día recibía una carta llena de amor y esperanza, a partir de ahí y durante dos meses más, sus cartas se fueron espaciando .... hasta que un día dejo de recibirlas. 


Ella siguió escribiéndole cada día, como siempre.... llenas de amor e ilusión, durante casi dos años más, hasta que las tres últimas cartas le fueron devueltas. 


Hoy día, felizmente casada y madre de tres hijos, todavía pasea de vez en cuando sola junto al río, llegando por el sendero hasta el frondoso olivo, ese que vela por su secreto, sus sueños, sus promesas, ese que tiene grabado para siempre, un corazón con dos nombres... Lorenzo y Águeda.


....Continua sentada al pie del viejo olivo, la mirada fija sobre la cumbre de la Sierra de Gata.... Entre sus dedos, la diminuta margarita y sigue preguntando....


Me quiso....? .... No me quiso....?


E. M.D. ( chagall )


martes, 31 de enero de 2012

La indigente. En cualquier lugar, de cualquier parte.....



En un viejo y sucio callejón, acostada en un viejo colchón, con un brick de vino barato en la mano, se haya una indigente. Para aquellos que cruzan el lugar, esa mujer sucia, ebria y solitaria, no tiene nombre. Para unos simplemente es la borracha y para otros la mendiga. Su nombre es Clara.


Su mente, trastocada por la bebida y otras substancias, no logra dilucidar muy claramente el como ha acabado de esa manera, en ese lugar, aunque en los momentos más sobrios, logra evocar parte de su vida.


Recuerda perfecta mente que fue el ojito derecho de su padre, consentida y malcriada, siempre logró salirse con la suya. No hubo nada a lo que su padre le diera un No por respuesta. Ni ha soportado de nadie, un No por réplica. A ella nadie la deja plantada, nadie la abandona, de ninguna manera lo consiente. Solo ella es quien decide, solo es ella quien lo hace. Solo ella es quien veja.


Poseedora desde muy niña de un ego indudablemente tumultuoso, no ha cobijado nunca  interés serio ni intenso, por nada ni por nadie. Ni tan siquiera por ella misma. Su maligna y perversa cabeza, solo disfrutaba desnudando uno a uno los deseos de aquellos, que tenían la mala suerte de toparse con ella.


Sin finalizar sus estudios, se encapricho de un buen hombre y se casó con el. No por ello  Clara, dejó de insinuarse y  flirtear  con quien o quienes, en cualquier momento se le antojase. No es que fuera bonita, pero para los maduritos hambrientos ante los cuales se exhibía, estaba más que potable, dejándose seducir, babeando por sus gratuitos encantos.


Pasados varios años, cansado, engañado y dolido, por el egoísmo y los caprichos de Clara, Su marido un día la abandonó.


Clara siguió disfrutando dando tumbos, pasando continuamente de unos brazos a otros, como mariposa de flor en flor. Incluso mantuvo varias relaciones al mismo tiempo. Hasta que un día todo eso se terminó. La belleza exterior se marchitó y de la interior siempre careció.


En los círculos sociales donde se movía..... ya la conocían de sobras. Poco a poco, todos fueron dejándola atrás. Quizás.... todavía haya quien por lástima, le tienda una mano de vez en cuando.


Los excesos habituales con la bebida y las drogas, en lugar de hacerle olvidar,  le han hecho perder todo lo que tenía.... las pocas amistades, sus propiedades, su ego y lo que es peor.... la dignidad.


Así ha terminado Clara, sola en un callejón de algún lugar.... de alguna parte, tumbada en un sucio colchón, con un brick de vino barato en la mano, sucia, ebria.... 


E.M.D. (chagall )