domingo, 5 de febrero de 2012

Ese amor que no se olvida.....el primer amor



Sentada bajo la sombra de un frondoso olivo, Águeda sostenía entre sus dedos una diminuta margarita.


Tenía la mirada fija sobre las cumbres de la Sierra de Gata, en su corazón, en su alma....un rostro, un nombre.... '' Lorenzo ''. En su mente las preguntas .... Me quiso ?.... No me quiso.... ?, mientras deshojaba la margarita lentamente.


Resbalaban lágrimas por sus mejillas, a la vez que de sus labios brotaba una tenue sonrisa, al recordar el tiempo pasado junto a él. Sus primeros cruces de miradas tímidas, ruborizadas, en la clase, en el recreo, esos encuentros sin querer.... queriendo.... en los pasillos, ese pequeño roce al cruzarse por ellos.... ese primer beso.... esas promesas de amor eterno, esos sueños de un futuro en común....


Águeda y Lorenzo no habían crecido juntos. Vivían al pié de la Sierra de Gata. Él en Cilleros, ella en Hoyos.


Hacía algunos años, un autobús escolar recogía a Lorenzo para transportarlo al Instituto de Hoyos. 


Desde ese primer momento, en cada encuentro, sentían miles de mariposas revoloteando en su estómago. Los corazones latían con fuerza, como queriendo escapar de sus pechos. Estaban inquietos, eran muy felices. 


Nunca habían sentido nada parecido; no sabían lo que realmente les pasaba, pero era emocionante, grato, aunque también les ponía nerviosos.


Ambos tenían catorce años, Lorenzo tan solo era tres meses mayor que ella. Muy tímidos e inocentes los dos, pronto estrecharon lazos que ellos llamaron al principio, amistad y un poco más.... 


Salían juntos tras terminar las clases, cogidos de la mano paseaban junto al río y entre piedra y piedra arrojada a el, algún inocente beso furtivo entraba en escena, seguido por una tierna sonrisa.


En uno de sus cortos paseos, llegaron hasta un solitario olivo. Era un lugar precioso. Era su rincón. Ya no eran amigos y un poco más, habían pasado tres meses y ahora eran novios. 


Grabaron sus nombres en la corteza del viejo olivo, dentro de un corazón que Lorenzo talló con su navajilla. En ese rincón se prometieron amor eterno, soñaron con una vida juntos para siempre, En ese lugar sus besos, sus inocentes caricias....su secreto....quedaba protegido bajo la atenta y robusta guardia del olivo....


Pero al cabo de tres años.... la vida les separó.


Ambos procedían de familia humilde y trabajadora, a parte de sus pequeños huertos y algún que otro animal de corral, para abastecerse de lo más primordial, la madre de Lorenzo trabajaba en el verdeo de la aceituna y el padre lo hacía en el proceso de la elaboración del aceite virgen. El padre de Águeda, en la elaboración del jamón y su madre, artesana del ganchillo, confeccionaba labores que eran vendidas en la ciudad. 


Un día, un rayo cayó en el hogar de Lorenzo, provocando un tremendo incendio que arrasó con todo. No teniendo nada con que poder remontar y afrontar esa pérdida tan grande, tuvieron que partir a casa de un familiar, trasladando se a otra comunidad, a muchos kilómetros de allí.


La despedida fue muy triste, entre llantos, besos, el reafirmar sus promesas, se dieron el último abrazo....largo....fuerte, intenso.... y sobre todo extremada mente doloroso....


Finalmente Lorenzo cabizbajo, con lágrimas en los ojos, le dio la espalda dejándola allí, sola, contemplando entre sollozos como se alejaba.... 


Lorenzo partió hace ahora casi 25 años. Durante los dos primeros, Águeda cada día recibía una carta llena de amor y esperanza, a partir de ahí y durante dos meses más, sus cartas se fueron espaciando .... hasta que un día dejo de recibirlas. 


Ella siguió escribiéndole cada día, como siempre.... llenas de amor e ilusión, durante casi dos años más, hasta que las tres últimas cartas le fueron devueltas. 


Hoy día, felizmente casada y madre de tres hijos, todavía pasea de vez en cuando sola junto al río, llegando por el sendero hasta el frondoso olivo, ese que vela por su secreto, sus sueños, sus promesas, ese que tiene grabado para siempre, un corazón con dos nombres... Lorenzo y Águeda.


....Continua sentada al pie del viejo olivo, la mirada fija sobre la cumbre de la Sierra de Gata.... Entre sus dedos, la diminuta margarita y sigue preguntando....


Me quiso....? .... No me quiso....?


E. M.D. ( chagall )